jueves, 24 de noviembre de 2016

Noviembre

Caìa el sol de un frío lunes de noviembre.
Clima raro el de ese año en Buenos Aires, cuando en otras épocas este mes ya nos acostumbraba a la remera floreada, las sandalias, musculosas y polleras .Obvio con las camperas bien guardadas hasta el próximo otoño.
Pero no, Ese día había sido para leer al calor del sol que se colaba por la ventana.....cerrada.
Una típica postal otoñal en el casi verano porteño.

Como olvidarla, verla ahí, sentada en la mecedora junto al ventanal del internado. Desde ahí podía contemplar el inmenso parque perfectamente cuidado. El césped cortado con presiciòn quirúrgica. Flores multicolores en canteros milimetricamente preparados.
Junto a la puerta un enorme jazmín que cubría de aroma el salón entero.
Al final del parque se encontraba la entrada principal. Por ahi desde temprano en la mañana llegaban proveedores, profesionales, empleados y algunas visitas que eran fijas de todos los días.
El llegaba todos los lunes con su elegante traje gris topo, la camisa blanca nieve, su corbata bordò y el pañuelo al tono asomando del bolsillo superior izquierdo.
Nunca supimos porque no iba el día de visita de la familia y solo se había presentado, hacia meses ya, como un amigo que vivía en el exterior.
Ella lo esperaba siempre sentada ahí, en la mecedora, al lado del ventanal y oliendo a jazmines. Envuelta en su vestido blanco de seda y encaje. que se veìa de otra época, un pañuelo blanco en la mano y tres flores pequeñas recogiendo en un rodete su pelo blanco.
Desayunaban juntos unos merenguitos que el traìa, con el mate cocido con leche, especialidad de la casa. En verdad era leche con un saquito de la infusión apenas aromatizado con canela y miel.
Después caminaban por el jardín. El cortaba siempre dos jazmines que ella ponía con prolijidad en un pequeño florero que tenia en su mesita de noche. Todos los domingos al atardecer vaciaba el frasco lo lavaba y ponía gua limpia con una aspirina. Nos decía que asì las flores que pondría el lunes durarían hasta que lleguen las otras.
Siempre les servíamos el almuerzo en un jardín de invierno donde ademas había diez jaulas con jilgueros que afinaban las mas dulces melodías.
Ambos dormían la siesta para despertar a la hora del tè donde los esperaban unos ricos scones de vainilla y se quedaban junto al ventanal para ver caer la tarde.
El le abrigaba la espalda con una mañanita tejida al crochet, con delicadeza, suavidad y amor.
Se quedaban asì largo rato, mirando como el sol se guardaba para dar lugar a la mas profunda oscuridad. Asì tomados de ambas manos, hasta que ella se dormía. El besaba su mejilla con extrema ternura y salia por donde habia entrado en la mañana. dejandola inmersa en sus sueños con una gran paz.
Todos nosotros fuimos siempre espectadores silenciosos de lo que ocurría. Era un mundo tan de ellos que jamas nos atrevimos a preguntar, ni a intervenir. Pero siempre coincidíamos en decir que eso era lo mas parecido al amor perfecto.....
Nos habíamos acostumbrado de manera tal a ese ritual de primer día hábil de la semana, que también mirábamos cada uno desde su ventana, esperando su llegada, el paseo, el almuerzo, la siesta y cada detalle.
Asi fue, como ese lunes, mientras ella esperaba, nosotros también lo hacíamos. Cuando nos dimos cuenta ya era el mediodía y el no había llegado
Ella no despegaba la vista de la entrada. Nadie se animò a acercarse, ni a hablarle, ni a preguntarle.

Caìa la tarde de aquel frìo lunes de noviembre, cuando le puse en la espalda la mañanita blanca tejida al crochet.
No me mirò ni se movió. Yo no quería tocarla para no sacarla de ese éxtasis en el que caìa cuando esperaba...... Entonces, cerró los ojos, sonrío y nunca mas despertó.

martes, 27 de enero de 2015

VIAJEROS

Buenos Aires quedaba atrás.
Desde la cubierta del barco cada vez se veía mas chiquita, aunque se le distinguía el smog característico de las grandes ciudades.

Cuando embarcó, Adrián eligió un asiento en la cubierta. Necesitaba la soledad y la inmensidad del rio, para estar solo con sus recuerdos.
Cerró los ojos intentando no ver lo atrás que quedaba la ciudad. Esa ciudad a la que había llegado en su hora mas dolorosa. Acababa de enterrar a su abuelo….
Había llegado el dia anterior en respuesta a un llamado del geriátrico donde don Agustin estaba ya desde hacia dos años.
El tiempo fue el justo, para que Agustín mire a los ojos a Adrián, y esa sea la última imagen que ambos tendrían del otro.
El cuarto era simple, desprovisto de todo lujo. Una ventana grande con una cortina blanca, que daba al pequeño jardín, de la casona de Palermo, que funcionaba como residencia para la tercera edad.
Un ropero viejo, antiguo, vacío…… Agustin había donado en vida su ropa a un chico que pasaba dia por medio pidiendo la comida que quedaba de las cenas de los internos. Solian charlar unas pocas palabras cada vez, pero Agustin lo esperaba siempre, tanto como este chico lo buscaba cada vez que entraba.
En la mesa de luz, había un libro, El Principito…. Adrián le había regalado ese libro en su último cumpleaños porque ambos compartían el tan repetido, “lo esencial es invisible a los ojos”. Dicho esto entre ambos, porque no se veían seguido…. Cada vez menos  dado que en Colonia el nieto tenia su trabajo y su estudio. Pero cada vez que podía, era tiempo dedicado al abuelo.
La dedicatoria decía: Abuelito estas siempre en mi corazón.
Adrian tomó el libro, y encontró debajo de sus palabras estas: “ siempre estuviste en mi corazón. Esta es la herencia que nos dejamos porque lo escencial se ve desde el alma.”

El abuelo había sido un hombre fundamental en su vida, la presencia masculina mas fuerte, dado que sus padres trabajaban con turismo entre la capital de Argentina y la ciudad uruguaya.
Con el fue la primera vez a la cancha de Racing…pasión compartida. Fue el testigo secreto del primer beso de Adrian, el cómplice en las travesuras y el custodio de las tareas del colegio.

La enfermera que estaba en el cuarto, le dijo que la última voluntad de Agustin había sido ser cremado y sus cenizas arroajadas en la plaza “el patio”, ese lugar en villa del parque, plaza cerrada cuidada por jubilados del barrio y llena de juegos para niños…… Ahí pasaban horas juntos…

Cuando Adrian salía para realizar los trámites, un chico de aspecto humilde entraba por la puerta, mirando directo a la habitación de Agustín…. Lo miró y le dijo: “vos sos el nieto. Quería estar seguro que tu mirada sea la última que vería. Gracias por haber llegado”

Lo que siguió después, fue tramiterio doloroso. Rápido y siguiendo los pedidos del abuelo. Eso implicaba el rápido regreso a su Colonia actual….

Por eso en el barco, eligió la soledad…. El correr de las aguas del rio de La Plata y los ojos cerrados…viendo como en una película lo que había dentro de su corazón…. Imágenes de una vida feliz ….. de un hombre amoroso, paternal….. Necesario.
 No se movió de su asiento en toda la travesía.  No fue necesario ver con los ojos, asi que…no los abrió. Su corazón atesoraba amor y eso era suficiente…..

El el barco llegó a destino…. En el hall de la terminal yo esperaba a Adrián… Cuando lo ví, lo abracé tan fuerte…. No se si aliviané su dolor… Si sé que al menos lo pudimos compartir.

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Buenos Aires quedaba atrás.
Desde la cubierta del barco cada vez se veía mas chiquita, aunque se le distinguía el smog característico de las grandes ciudades.

Ana embarcó con su mochila a cuestas. Miraba con ojos grandes como la ciudad iba quedando atrás, esperando ansiosa la otra orilla.

Ese era una viaje importantisimo, Marcaría la decisión de dejar su Villa del Parque natal, su familia, su amigos del cole.
Pero ya había crecido. Era ahora una mujer dispuesta a volar…o navegar en este caso, tras sus sueños.

En las vacaciones del año pasado en La Falda, Córdoba, había conocido a Gonzalo.
La familia paterna de Ana era nativa de esa ciudad. Iban siempre para pasar año nuevo y solían quedarse hasta mediados de enero.
Gonzalo, un morocho uruguayo,  pisaba por primera vez suelo cordobés, ya que una tía había decidió instalarse ahí. Le maravilló la paz del lugar, las montañas, y obviamente el Fernet con bebida cola.

Desde que se cruzaron en la bicicleteria del centro, no se separaron mas. Recorrieron el pueblo y los aledaños, visitaron el abandonado e histórico Hotel Eden. Y cada recoveco que se les ocurría explorar.
Se contaron todo lo que ambos habían vivido hasta ese momento…. Infancia, escuela, familia, historias de un lado y del otro.
Pero las vacaciones terminaban y ambos debían volver a su realidad.
Cuando se despidieron en la terminal pasó lo mas tierno y dulce… un primer beso intenso, apasionado, imposible de separar….

Comenzó ahí un interminable ir y venir por meses entre Colonia y Buenos Aires. Iba uno… iba el otro… volvían… La relación crecia y los proyectos también….

En el último viaje, Gonzalo, le había propuesto comprar un restaurant en la parte histórica de Colonia, allá pasando la Muralla, cerquita del cañón…
Era hora de consolidar lo que venían viviendo desde hacia un año…

Por eso Ana, sentada en un asiento de la cubierta del Barco, sentía el latir de su corazón, desesperado por la decisión que tendría que entregar apenas llegue a destino.

Casi a las tres horas de travesia, Colonia se asomaba…. Las torres de la Iglesia, el faro, la Muralla….
No podía abandonar su asiento…. La cubierta se poblaba de mas gente pero ella seguía en su mundo.
Cuando por fin le tocó desembarcar, recorrió la larga manga que la separaba del hall de la terminal.
Las piernas la empujaban tanto como sus latidos……..

Y ahí, tras la puerta de arribos, en primera fila, estaba Gonzalo, esperando…
Ella lo abrazó fuertemente y le susurró algo al oído… Siguió un amoroso beso y salieron de la mano

Cuando entraba a la estación del ferry, los vi alejarse en las bicis… Que cara conocida ese chico… Claro…. Era Gonzalo… a el le había vendido esta mañana el viejo restaurant de mi padre…. Tras la Muralla….

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Embarqué en hora… Era el rápido…. En una hora estaría en Buenos Aires…. En una hora, llegaría a casa…..




lunes, 8 de diciembre de 2014

Una pasión inexplicable

“Una pasión inexplicable” Milito mira el cielo y dice, gracias Dios. El hincha… ¿Te parece que no..?! Estas palabras son para MI Hincha de Racing inspirador y quiero compartirlas con toda su familia Académica, con todo el respeto que merecen, por este motivo pedí unirme a este grupo de desquiciados. 
Debo mencionar que mi visión es de otro ángulo distinto al de ustedes, pues soy de otro club, pero convivo con un paciente diagnósticamente enfermo e incurable de esta adicción llamada Racing Club.
Para que entiendan un poco, mi propósito es manifestarles lo que producen y lo que generan hasta el punto de conmover a alguien que no pertenece a su Hinchada, y el mérito es totalmente de ustedes, del Hincha de Racing; el club y los jugadores en este caso vienen por añadidura.
No soy una persona demasiado amante del futbol, no sigo a mi equipo como en algún momento lo hice, pero hace bastante tiempo que mi vida gira en torno a Racing. Las salidas familiares, los asados, las obligaciones, las compras, el turno con el médico, las reuniones con amigos, “mis reuniones con mis amigas”, todo, absolutamente todo, dependen del día que juegue Racing, de la hora y por supuesto del resultado del partido.
Como una mujer poco futbolera al principio había quejas, protestas y peleas ante taaanto fútbol, pero el encanto de un Hincha de Racing puede revertirlo todo, y MI Hincha es muy especial para hechizar. Él me obliga desde hace tiempo a mirar todos los partidos, sí, me obliga, según él una parte de mi cuerpo le trae suerte al equipo (¿?). Y acá viene, en parte, el momento de mi confesión, porque no dejo de protestar (simpáticamente) delante de MI Hincha , de tener que dejar mis asuntos para otro momento y sentarme a su lado los 90 minutos, “de la boca para afuera” cuando la verdad es que disfruto casi tanto como él de cada partido.
La espera de cada partido es eterna, compartir el ritual, hermoso. Los preparativos son importantísimos, el mate tiene que estar presente (mi mate) y solo lo empiezo a cebar inmediatamente al momento que el árbitro hace sonar el silbato, no debe ser antes; nos sentamos en el mismo lugar de siempre sin alterar el entorno, la casaca de la suerte debe estar lavada (a mano) y puesta en MÍ Hincha, la gorra sobre la mesa. Las manos empiezan a sudar y el humo de los puchos a nublar el ambiente. Todo está en marcha para que las mariposas revuelvan las tripas por esos 90 minutos. Cada uno con sus cábalas secretas, no pienso develar las mías porque el recorrido aún no termina y como lo hacen ustedes, también repito el famoso “paso a paso”. La mufa bien fuera de todo alcance.
Todos estos sentimientos me son puramente contagiados, no nacieron en mí, los sembraron con el correr del tiempo, porque si, son una Hinchada diferente. Hasta este momento nadie sabe que cuando estoy sola miro videos en Youtube de cantos y recibimientos al equipo, porque esta Hinchada me robó el corazón y tiene toda mi admiración.
No me pregunten el nombre de todos los jugadores de mi equipo porque no los sé, en cambio si me preguntan de Racing puedo decir hasta cuantas amarillas tiene cada jugador, quien debería entrar cuando el técnico hace algún cambio, cuanto y en qué creció el equipo (sin tener ni puta idea de futbol). Se me acelera el corazón cuando Centurión pica con la pelota o cuando Milito la domina dentro del área, puteo cuando Pillud no la toca rápido, respiro cuando Lollo libera el peligro, me recaliento con los periodistas mufas o cuando el árbitro se la manda; se me acelera el corazón cuando la pelota entra en el arco contrario y me pongo tan contenta como si fuera un Hincha de Racing más. Me da un enorme placer ver a Videla recuperarla allá, tocarla por acá, subir, bajar, despejar, presionar y hasta generar. Me gustan varios, Videla me encanta, pero más me encantan ustedes, los verdaderos protagonistas; los jugadores pasan, el aguante es el que queda, llorando y resistiendo en las malas, (que vaya si las hubo); también llorando de emoción en las buenas, siempre con el mismo empuje y fidelidad, haciendo lo que mejor que nadie saben hacer, amando y alentando hasta morir. Ese Cilindro siempre es una fiesta y sus intérpretes brillan como nadie, se generan sensaciones de otro planeta, ver caer esas banderas es impagable… Vaya para MI Hincha favorito y para todos ustedes, mi admiración, respeto y fervor, para los que van a la cancha todos los domingos, para los que no pueden ir tanto y para los que por la distancia directamente no pueden hacerlo casi nunca pero sufren y viven por Racing de la misma manera.
Sepan que contagian y que literalmente son una PASION INEXPLICABLE y tienen una HINCHADA DIFERENTE.
¡¡¡AGUANTE LA ACADEMIA, AGUANTE LA GUARDIA IMPERIAL!!!

Autora: Mely Sanchez de Mattesz

viernes, 21 de noviembre de 2014

De puentes y murallas

En el auto sonaba ese tema que tanto había cantado… “ Hacer un puente”. Y pensó en su film preferido, Los puentes de Madison.

Como lloró con esa película, en el pensamiento de que aquellos que se quieren no deberían nunca estar separados. Claro, en su mentalidad romántica, la separación en el amor no existía.
Pero esta canción la llevó mucho mas allá.

De corazón voy andando de tu mano…… decía la radio…. Va a ser tan lindo hacer un puente de verdad, solo para vos….. sobre el mar….. solo para vos. El conocido tema de La franela.

Y su cabeza voló un poco mas allá de una letra.
Se miró a si misma…. Por cuanto tiempo había vivido amurallada? Sin ver la orilla. Generalmente esas construcciones de ladrillos en el corazón implican autodefensa, y porque no, auto exclusión.

Habia armado a su alrededor una enorme pared de ladrillos. Pero la vida se encarga siempre de deshacer y hacer sin pedir nuestro consentimiento…. Y eso le había pasado.

 Habia decidido correr el riesgo. Y pensaba mientras el semáforo la detenía por segunda vez en la misma cuadra, que …. Cuanto vale la pena arriesgarse y exponerse sin ladrillos.

Que cuanto mejor son los puentes. Después de todo, siempre hay alguien del otro lado que nos tiende una mano.

Ser puente, pensó. Después de hacerlo, después de transitarlo, poder ser puente para otros.
Había una vieja frase, que recordó, hablando de maestros, que dice que ellos se forman en puentes para que los alumnos pasen y crezcan y luego desvanecerse y volver a construirse.

Ella hizo un puente, lo atravesó y se ofreció.

No espero resultados porque la felicidad reside en la construcción, en el camino, Quien le quitaba la experiencia de haber derribado murallas.? De haber dejado atrás ladrillos y paredes para ser luz, aire, agua, cielo…

Y construirlo asi, para vos, para mi, para ella y para todo aquel que quiere ser libre en el corazón. Ofrecerlo sin esperar, sino siendo feliz en el ofrecimiento.

Para que todos nos contagiemos y construyamos puentes para nosotros y para otros. Sin destruirlos, sino, que sean construcciones duraderas por las que los que queremos puedan transitar de la mano hasta llegar y …..seguir de la mano….

Me quedé pensando en ella hoy, años después…… Y al igual que ese día en ese auto….Yo también elijo ser puente…. Te doy la mano… Lo atravesamos?


martes, 28 de octubre de 2014

El día que la esposa de Boni desapareció ( o Goti te quiero tanto)

La recibió su perro, apenas la puerta del departamento se abrió. Llegaba de un viaje de varias horas desde el norte, donde había ido por temas laborales.

 Apoyó su cartera en la mesa del comedor junto a las llaves y el celular.
Vació completamente su valija y pensó en ponerla a salvo de los estragos que con ella haría su cachorro.

Leyó el úlitmo mensaje que su marido le había enviado: “ Buen viaje amor. Nos vemos a la noche”

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Boni entró a su casa apenas pasadas las ocho de la noche. Las luces del comedor y el baño estaban prendidas. La cartera de Goti junto a las llaves y el celular lo miraban desde la mesa.
Se fue directamente a la habitación y al encender la luz encontró al perro durmiendo junto a la ropa que su esposa había dejado sobre la cama. La ropa de su viaje.
Pasó por el baño, la cocina, el otro cuarto, el que ahora su esposa habia convertido en su estudio de fotografía.
No había rastros de ella.
Boni supuso que había salido a comprar algo, pero…. Sin llaves? Se sonrió con la idea de que su mujer era el colmo del despiste y que no era nada raro que haya salido sin tener como volver a entrar.
Decidió cambiarse tranquilo, sacarse el traje del trabajo y ya con su conjunto deportivo y las zapatillas salió a la calle.
Se dio una vuelta por el super chino donde solian comprar las cosas de último momento o aquellas que olvidan en su compra mensual. Repasó góndola por góndola…..Goti, no estaba.
La carnicería bajaba las cortinas y la verdulería estaba cerrada.
Caminó dos cuadras mas hasta el cajero automático, tal vez allí la encontraría. Pero no.
Miró la hora, casi las diez de la noche. Decidió volver por si ella lo esperaba en la puerta para poder entrar.
Pero ella no estaba. Subió por el ascensor, entró al departamento y todo estaba igual.
Aturdido, dejó la puerta abierta y recorrió las escaleras hasta  la planta baja. Ida y vuelta. Y nada…. Como si se la hubiera tragado la tierra…
Volvió al departamento decidido a relajarse. Despues de todo las malas noticias siempre llegan, pensó, nada malo puede haber pasado.
Se sirvió un vaso de agua y se sentó a esperar.
Abrió los ojos una hora mas tarde….sobresaltado. Se había quedado dormido y Pierina aun no estaba.
Miró el celular de ella, las llaves y la cartera….algo no le cerraba.
Subió hasta el departamento del encargado y disculpándose por la hora le preguntó si la había visto. El señor, que ya dormía, negó haberla visto y sin mas, cerró la puerta.
Boni bajo por las escaleras. Se detuvo en cada piso y tras cada puerta de cada uno de los departamentos.
En ninguno escuchó la voz de su amada.
Volvio a su casa…..se sentó frente a las cosas que ella había dejado en la mesa. La madrugada acechaba….. De repente tomó las llaves de Goti, las de el y salió.

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El perro nunca había entendido que pis se hace solo en la calle. La valija se había salvado varias veces de ser usada como arbolito. Por eso Goti no demoró nada en desarmarla y llevarla a la baulera que quedaba en el segundo subsuelo del edificio.
Separó de su llavero las llaves y bajó raudamente. Queria acomodar todo y esperar a Boni con una rica cena.
En el primer subsuelo escuchó ruidos. Seguro seria el encargado que a esa hora programa la caldera, pensó. Era invierno y la noche, fría. “Buenasss”, gritó, pero nadie le respondió. Llegó a su baulera y la abrió. Para acomodar la valija debía trepar un poco en algunos improvisados estantes. La cargó y la puso bien atrás. Despues de todo para el próximo viaje faltaban dos meses. Una vez cumplida la tarea, bajó y cerró con la única llave que tenia en la mano.
En ese momento escuchó el golpe de la puerta que conectaba ambos subsuelos. Y el ruido de unas llaves que ponían traba a la entrada y salida. El horario de baulera, había concluido.
Miró sus manos ….. NOOO!! Gritó. No tenia el resto del llavero con el manojo completo, incluida la acytra de la puerta.
Corrió escaleras arriba pero llegó demasiado tarde. Ya no había nadie del otro lado.
Inútil era gritar, patear o llorar. Las luces se apagaron y al cabo de un rato la caldera arrancó.
Perdió la noción del tiempo. A oscuras, con falta de aire y una temperatura que se hacia agobiante se resignó  que a las seis de la mañana siguiente, cuando el encargado reanude sus tareas, la encuentre. Viva o muerta.
Pensó en Boni y se acurrucó en la escalera. Sola a oscuras y con el ruido de la caldera de fondo….
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Serían las dos de la madrugada cuando la puerta se abrió. La luz de que entraba desde mas arriba la obligó a abrir forzadamente sus ojos. Vio la silueta de un hombre y pensó que estaba desmayada.
El corrió escaleras abajo y una vez a su lado la abrazó tierna y a la vez apasionadamente.
Boni la cargó en sus brazos y la llevó de regreso a casa.
Una vez relajados le contó que recién después de mirar varias veces las llaves, comprendió que faltaban del llavero, las de la baulera. Y así corrió a buscarla.

MORALEJA: A las princesas no solo se las rescata de las torres, sino también de los sótanos porque siempre pero siempre el amor es mas fuerte……..                      


martes, 21 de octubre de 2014

Postales de barrio

 Foto: Juanjo Gallardo

Que mal día, me repetía sin descanso desde la frustrada entrevista de ventas de esa tarde, la última de la jornada-

Hacia ya dos años que la venia remando para lograr un ascenso en la empresa donde trabajaba. No era raro pensar que el cargo que dejaría vacante el supervisor por su propio ascenso y traslado a la filial de México, seria mío. Había hecho suficiente méritos. Los dos últimos semestres había ganado los premios que se otorgan por mejor vendedora y había participado de un viaje del estilo convención de los mejores, en Cuba.

La entrevista en cuestión, se había suspendido en el mismo momento en el que yo estaba estacionando mi auto, en la puerta de la empresa corralón en donde me habían citado.
Que poca consideración pensé. Deberían haberme avisado antes. Y yo vestida para la ocasión con mis zapatos de tacones altos, la pollera tubo negra que tanto me gustaba y esa espumosa camisa blanca . Obviamente podía comprarme toda esa ropa de marca y de la mejor calidad. Y así estaba, ahí… parada con mi celular en la mano.

Volví a subir al auto para regresar a la empresa, prendí el GPS y para mi desgracia había decidido dejar de funcionar. No marcaba ni donde estaba… Entonces pensé que era buen momento para utilizar mi intuición para volver. Yo, que tengo tan poco sentido de la orientación.
Estaba lejos de mi pintoresco barrio de Belgrano y mas aún de Recoleta, donde funcionaba mi empresa. Si… mi empresa. La camiseta puesta siempre.

Salí decidida a dejar atrás la mala tarde y el barrio de Pompeya, tal el lugar donde había sido mi frustrada cita. Tome por una avenida, que nunca pude saber como se llamaba. Un semáforo me paró y quedé en la fila de autos que doblaban a la izquierda. No me quedó otra, y doblé.
No se porque extraño capricho de las calles, de la señalización o tal vez, porque no, del destino, seguí. Juro que estaba segura de que ese camino era el correcto. Aceleré con seguridad y manejé como si supiera donde estaba y hacia donde iba.

El barrio de galpones, colectivos, y gente corriendo, se iba esfumando para convertirse en una especie de paisaje calmo. Con casa bajas, con muchos menos autos. Menos semáforos. Empezaba a caer el sol y la iluminación no era buena. El barrio en el que me estaba metiendo era de esos que aun se conservan en la gran ciudad. Algo de pasto en la capital, cosa poco común de ver en mi barrio …. Si lo único que puedo ver es el césped sintético de algún fingido jardín de cafetería pituca.

Hacia frio, y la gente corría para volver a casa. Un señor con mochila al hombro bajaba del colectivo 50,  seguro volviendo de su trabajo, pensé, después de un largo día. Imagine que su esposa le habría preparado la vianda para almorzar con sus compañeros al mediodía.
Por la otra vereda una nena que volvía de la escuela con quien parecía ser su abuela. Seguro la esperaba una rica leche calentita con pan con manteca y azúcar. Y después, la tarea.
Un viejo taller mecánico apuraba a bajar la cortina. Fin del día.

Y una irrespetuosa señora le elegía la fruta al verdulero que tan delicadamente la tenia acomodada en la calle. La imaginaba cotorreándole a cuanto los tomates? Esa pera esta marroncita….. no no no… papa blanca no, se desarma al hervirla. Como no hay albahaca??
Me encontré riéndome con ese pensamiento. Había detenido completamente el auto sin darme cuenta. Bajé la ventanilla y …. El aire olía distinto al que entraba por la ventana de mi departamento. Sabia a frutas, a flores, a viento suave….. Bajé la ventanilla y cerré los ojos.

Por primera vez en mucho tiempo me dejaba sentir, así, sin mas.

Cuando abrí los ojos, habrían pasado unos veinte minutos y vi lo que no había visto…. Estaba en la esquina de mi casa de la infancia… En mi viejo barrio del bajo flores.

Me bajé del auto. La voz que salía de la Iglesia era la misma que escuchaba, cada vez que era yo la nena a la que mi abuela buscaba en la escuela y tenia siempre lista mi super merienda de café con leche y pan con manteca. Como siempre a esa hora, el rezo del rosario, guidado por esa señora, dueña de la llave del templo, creyendo, supongo, que así conseguiría para si misma, la entrada al cielo. Inconfundible, pero no podía recordar su nombre.

Cuando me di vuelta, me perdí nuevamente en la verdulería…. Ese negocio no siempre había estado ahí…. En esa esquina había una casa muy vieja. Vivia una señora que ya era grande, perdida un poco en sus recuerdos desde que su familia se accidentó en la ruta.
Como no recordar esa esquina…. A los trece, recibí mi primer beso de boca de mi compañero de escuela y si… porque no, mi primer novio. Que habrá sido de su vida.?

A los 18 años me fui del barrio. Consideré que no estaba a la altura de lo que yo quería ser. De donde apuntaba.
Trabajaba desde los 16 además de estudiar y pude juntar el dinero suficiente como para alquilar mi primer departamento en Belgrano. Obvio un barrio mas cercano a mis intereses personalísimos.

Al tiempo mis padres se separaron y esa casa se vendió. Mamá se fue a vivir a Córdoba, donde estaba mi hermana mayor, quien en esa época iba por su tercer embarazo. Generalmente las veo para fin de año, cuando, a regañadientes, paso la fiesta con la familia.
De papá, no supimos mas nada. Mamá guardaba celosamente la causa de la separación, cosa que no era difícil de suponer. Un engaño, otra mujer y tal vez otra familia.

Y no había vuelto a poner los pies en el barrio…. Por primera vez sentí culpa. Si..culpa. Por haber abandonado mis recuerdos, mi infancia feliz, mis vueltas en bici por la vereda, las siestas calurosas a la sombra de los árboles.
Escribir la persiana del taller…. Si, claro… era el mismo taller que acababa de cerrar! El sabor a miel de ese beso de esquina a la vuelta del cole, con un corazón inocente e infatigable. Puro y sin marcas.

Sin querer las lágrimas caían por mi mejilla. Las sensaciones volvían como la primera vez. El corazón me golpeó tan fuerte que casi me deja sin aire.

Pero la melancolía no estaba en mis planes, y endureciendo mi alma, volví al auto.


Y cuando iba a arrancar para irme, la vi…. Ahí estaba, blanca como siempre, mi casa. Una inexplicable fuerza no me dejó entrar al auto. Y sin saber como, me encontré frente a la ventana que daba a la calle…. Mirando, fijo al cartel que decía “ SE ALQUILA”.